miércoles, 4 de noviembre de 2015

RELOJ DE CENIZAS



Cómo decirte que te quiero
sin que suene a despedida.

“Cualquiera puede hacer historia;
pero sólo un gran hombre puede escribirla.”
Oscar Wilde





La herrumbre corroe las venas,
la piel, los cuerpos,
a medida
que el tiempo avanza surcando
sin rostro,
y roe mientras mira,
ávido y lleno de venganza,
los remolinos de mentira
arrastrándose en el invento
humano,
el reloj de ceniza,

hasta el fin de todas las horas
donde suma sangre marchita
helada ya, cana, arrugada,

donde no quedan ni las migas,
donde ya no puede hacerse más,

donde tierra ajada se enfría,
se agrieta seca, sedienta,
de todo y nada henchida,
de lo que probar no probará,
de la muerte como enemiga,

y entonces sin pensar me miro
en albas y puras pupilas
y comprendo que el morirse
tiene el mismo ser que la vida,
un sinsentido muy escondido.

Pero entonces, quién de rodillas,
entre las tinieblas, me guiará,
en el mundo sin maravilla,

quién confesará historias castas
de la historia antaño herida,

quién recordará las visitas,
esas fechas de lides listas,
esos nombres de zares azul,

quién me hará sentirme unido
a la razón en esta orilla
de respirar a cada instante
sin dejarse ir enseguida
a través del viento
y recorrer

esas viejas y sucias vías
del Camero para dejarnos
huellas distintas
-amarillas-
a las ya habidas,
por ejemplo,

llanto royendo roca infinita,

uñas arañando atavíos,

rabia lamiéndose heridas,

sangre abriendo el surco maldito

cualquier

de

los

aciagos

días



“La muerte es una vieja historia y,
sin embargo, siempre resulta nueva para alguien.”
Ivan Turgueniev

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